El otro día conocí a una chica muy simpática y quedamos para tomar un café. En la cita todo iba genial hasta que me preguntó por mi oficio.
Le dije que era ayudante de laboratorio y ella me preguntó que en qué consistía.
Iba a mentirle, pero por alguna razón le dije la verdad: consiste básicamente en matar las ratas que ya están viejas o que sufren de algo.
Me preguntó cómo lo hacía y le expliqué el proceso: le coges la cola y levantas a la rata para luego estrellar su nuca contra la esquina de una mesa. Reconozco que a lo mejor fue una explicación algo brusca.
Empecé a arrepentirme de ser tan sincero cuando noté su desagrado. El resto de la cita estuvo llena de silencios incómodos y, naturalmente, no volví a verla.
Fabián, 4º C