Nadie me creía capaz de lograrlo, pero eso a mí me daba fuerzas para continuar y seguir con mi sueño de ser cantador de nanas.
Cuando cumplí los once años nació mi hermano Noli y fue con él con el que desarrollé el arte de las nanas. Desde ese momento todas las noches le cantaba y descubrí que los tonos agudos le tranquilizaban y lo adormecían. Seguí probando hasta encontrar la nana perfecta.
Hoy, tras haber ensayado con mi hermano y con algún otro crío que dejaron en mis manos, estoy preparando mi obra maestra: hacer dormir a 20 niños en menos de 20 segundos.
En pleno salón de actos y rodeado de críos, me dispongo a cantar y, cuando tan solo quedan 2 segundos para el final, todos duermen.
Mi sueño se ha cumplido y ahora me llueven las ofertas de trabajo. Mi vida ha cambiado.
Andrés, 4ºA
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