Como cada mañana de sábado, me desperté sobre la una. Mi madre ya estaba haciendo la comida y puede percibir un olor que me resultaba bastante familiar.
Me senté en la cama, puse las zapatillas y me levanté. Caminé medio dormida a lo largo del pasillo y al llegar a la entrada observé en el espejo mi cara de recién levantada.
Cuando llegué a la cocina pude observar como mi madre removía algo en la pota. Me asomé a ver qué había preparado.
Sí, qué alegría, había hecho esos tortellinis que me recuerdan a mi infancia en Suiza y por eso me gustan tanto.
En ese momento llegó mi padre, fui corriendo a la habitación a vestirme; era hora de comer.
Paula, 4º C
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