martes, 13 de mayo de 2014

LA HAMBURGUESA QUE NO QUERÍA SER BASURA

Había una vez una hamburguesa que tenía muchas vidas. Cada día se despertaba en su hamburguesería, esperaba pacientemente el turno hasta que era preparada por uno de los cocineros y, finalmente, era servida en cualquiera de las mesas.
Mientras la comían, hacía todo lo posible por ser sabrosísima y, con el último bocado del cliente, sentía como si se apagara la luz y se fuera a dormir, pero al día siguiente se repetía la historia.
Nuestra hamburguesita podría haber seguido viviendo así de tranquila durante muchos años, si no hubiera sido porque un día, mientras esperaba su turno en el fogón, pudo escuchar como uno de los clientes la llamaba "comida basura" ¡Cuánto se enfadó! Estaba tan furiosa que casi se quemó.
A partir de ese momento, se dio cuenta de que mucha gente usaba esa expresión para hablar de ella y sus hermanas y tanto lo repetían que se lo creyó. Ahora comprendía por qué la mayoría de sus clientes favoritos estaban mucho más gordos que cuando los conoció, o por qué los que visitaban mucho el local tenían mal aspecto.
La hamburguesa se sintió fatal, ¡todo era por su culpa! Así que trató de encontrar una solución y se le ocurrió. Cuando vio que entraba uno de aquellos niños que pisaban al local casi a diario, escogió el mejor sitio, y esperó a ser servida. Ya en manos del niño, cuando llegó al momento más especial, el del primer mordisco, se concentró tanto como pudo y… no pasó nada. El niño hincó los dientes en la hamburguesa y masticó aquel bocado normalmente. Luego dio otro, con la hamburguesa igual de concentrada, pero todo siguió igual... Así siguieron varios bocados más, y la hamburguesa estaba ya a punto de rendirse, cuando oyó la voz del niño:
- ¡Puaj!, ¡Qué rollo! Esta hamburguesa no sabe a nada.
Aquello fue sólo el principio de un plan perfecto. 
Rodrigo, 4ºA

No hay comentarios:

Publicar un comentario