miércoles, 28 de mayo de 2014

MARGARITA MARCHITA

El amor de mi vida se llamaba Margarita y vivía en Toledo; por desgracia, una tarde se despidió para siempre de mí, al mudarse sus padres por cuestiones de trabajo.
La recuerdo constantemente con su alegría y, haciendo referencia a su nombre, siempre llevaba una margarita en la coleta. El día que nos despedimos me entregó la que llevaba y yo le juré que dejaría de amarla cuando esta se muriera.
Tanto es mi amor por ella que me pasé años buscando un médico de flores para curar esa margarita marchita; por desgracia no lo conseguí, pues no existen... pero os juro que esa margarita aún sigue viva en mi interior.
Raquel, 4°A

UN SUEÑO CUMPLIDO

Desde pequeño siempre me habían gustado las nanas; por eso, desde los tres años, decidí ser cantador de nanas.
Nadie me creía capaz de lograrlo, pero eso a mí me daba fuerzas para continuar y seguir con mi sueño de ser cantador de nanas.
Cuando cumplí los once años nació mi hermano Noli y fue con él con el que desarrollé el arte de las nanas. Desde ese momento todas las noches le cantaba y descubrí que los tonos agudos le tranquilizaban y lo adormecían. Seguí probando hasta encontrar la nana perfecta.

Hoy, tras haber ensayado con mi hermano y con algún otro crío que dejaron en mis manos, estoy preparando mi obra maestra: hacer dormir a 20 niños en menos de 20 segundos.
En pleno salón de actos y rodeado de críos, me dispongo a cantar y, cuando tan solo quedan 2 segundos para el final, todos duermen.
Mi sueño se ha cumplido y ahora me llueven las ofertas de trabajo. Mi vida ha cambiado. 
Andrés, 4ºA

MÉDICO DE FLORES


Gabriel era un sabio hombre que se dedicaba a ir por el mundo en busca de cualquier planta, árbol, arbusto o flor que tuviese cualquier tipo de dolencia. Gabriel era el mejor de su profesión y siempre lograba salvar vegetación muy enferma.

Una mañana escuchó el teléfono; lo llamaban de un lugar del que nunca había oído hablar y rogaban su asistencia pues la flora del lugar se moría irremediablemente. Sin pensarlo cogió su maletín y partió.
Aquel sitio parecía estar contaminado y en principio, no sabía por qué; nunca había visto nada igual. Tras muchas pruebas dedujo que aquella desgracia había sido provocada por veneno y decidió aplicar el tratamiento correspondiente.
Finalmente aquel lugar se recuperó, pero nunca se supo qué había provocado tal enfermedad.
Adrián, 4º A