martes, 27 de mayo de 2014

UN OFICIO PECULIAR

El otro día conocí a una chica muy simpática y quedamos para tomar un café. En la cita todo iba genial hasta que me preguntó por mi oficio. 
Le dije que era ayudante de laboratorio y ella me preguntó que en qué consistía. 
Iba a mentirle, pero por alguna razón le dije la verdad: consiste básicamente en matar las ratas que ya están viejas o que sufren de algo.
Me preguntó cómo lo hacía y le expliqué el proceso: le coges la cola y levantas a la rata para luego estrellar su nuca contra la esquina de una mesa. Reconozco que a lo mejor fue una explicación algo brusca. 
Empecé a arrepentirme de ser tan sincero cuando noté su desagrado. El resto de la cita estuvo llena de silencios incómodos y, naturalmente, no volví a verla.
Fabián, 4º C

ARTE EFÍMERO

Ladeó la cabeza para observar la figura desde una nueva perspectiva. No contento con el resultado cogió su cincel y comenzó a tallar haciendo ruidos con la boca para acompañar la tarea. Cuando consideró finalizada su obra se arrodilló en la hierba y rodeó la escultura con sus brazos para levantarla. En su cara se dibujó la expresión de quien está realizando un gran esfuerzo, pero realmente no le suponía trabajo cargar con el peso. 
Desde la cocina vio cómo su marido subía con sumo cuidado los peldaños de la escalera; llevaba los brazos extendidos, como si estuviese sujetando algo. Lo siguió hasta el dormitorio. Gabriel se subió torpemente a la cama para alcanzar el último nivel de la estantería, de la estantería vacía. Se mordía el labio inferior mientras sus manos se aproximaban a la balda, cuando alcanzó su objetivo el alivio se reflejó en su rostro y volvió al suelo. 
Gabriel conocía la expresión de su mujer, no entendía qué estaba haciendo, no comprendía que él era un escultor de aire. 
Alba, 4B

PROBADORA DE ESPEJOS

Mi oficio es inusual, soy probadora de espejos. Aunque más inusual es un espejo que encontré en un pequeño pueblo de Escocia. Cuando me puse delante de él me vi a mí con mi hijo en brazos, ese hijo que había perdido tres años atrás, ese hijo al que había visto morir delante de mis ojos a causa de una leucemia.
Era el espejo más raro que había apreciado en todos los años que llevaba ejerciendo mi oficio por todo el mundo. Le pedí a la mujer que me había llevado hasta él que se pusiese delante y me dijese lo que ella veía, para comprobar cómo reaccionaba aquel objeto con cada persona.
Victoria, que así se llamaba, me dijo que se veía mayor, mucho mayor de lo que era, acompañada del hombre del que había estado enamorada y que la había abandonado y rodeada de tres muchachos que, supuso, serían los hijos que había tenido.
Después de alguna prueba más, comprobé la función que tenía ese espejo. Te mostraba lo que más deseabas, lo que te habría encantado vivir y no se cumplió, lo que te había marcado la vida.
Decidí destruirlo, pues cualquiera se hubiese podido haber obsesionado con él y con lo que había perdido y habría podido terminar loco. Antes de hacerlo observé un rato más a mi pequeño hijo, mi pequeño al que tanto echaba de menos.
Teresa, 4ºA

ELLA SONREIRÁ, SALDREMOS ADELANTE

La cama se te hace pequeña, no caben tantas decepciones en el colchón. Le habías prometido una vida tranquila, sin problemas económicos, pero esa no es la realidad; al borde del desahucio te queda poco margen para empezar a encontrar ingresos. Demasiadas promesas tienes en el pasado sin cumplir.
Un día sales por la puerta con intención de encontrar trabajo y escuchas a una pareja. Él le dice ''te llevaré cada día, a las 10, un tulipán azul''. Los dos se despiden y el hombre va dándole vueltas a la promesa.
Tú, animado, le dices ''Yo lo haré, no quiero más promesas sin cumplir''. Te dejas el alma buscando tulipanes de color azul por todo el continente, pero lo consigues.
Durante un mes entero, un tulipán a las 10 cada día. Hasta que te cruzas con el hombre que te abraza y dice ''ella ha muerto'', su últimos días felices fueron con un tulipán azul en la mano.
Gracias, Cumplidor de promesas.
Juan Manuel, 4º C

JARDINERO EN MARTE


Un día en la calle me encontré con un jardinero que decía trabajar en Marte. Allí creaba jardines; les ponía flores, cortaba la hierba y podaba los árboles y arbustos.
Yo me quedé sorprendido; esa noche me preguntaba que cómo iba a trabajar allí.
Al día siguiente me encontré otra vez con él y me lo aclaró todo. Marte no era un planeta sino un lugar en Alemania. Allí vivía con su familia y dedicaba su vida a pintar paisajes con flores.
Todo había sido fruto de mi imaginación. ¿Cómo podía alguien ser jardinero en Marte? Algo así solo podía ser posible en nuestra imaginación.
Juan Enrique, 4º C