martes, 6 de mayo de 2014

NO DIGAS QUE NUNCA LO PENSASTE...

Era tarde, me disponía a acostarme y fui completando mi rutina como cada noche. Pero ese día tenía una corazonada, ¿quién no había probado nunca a abrir y cerrar la puerta de la nevera para ver apagarse la luz?
El caso es que me quité el colgante, el reloj y las pulseras y lo dejé todo en el cajón de mi mesilla de noche, como siempre. Pero lo cerré y abrí varias veces para ver que las cosas seguían ahí. Al final, me dormí. 
Creo que dormí mucho, demasiado, pero cuando me levanté todo era normal. Excepto el reloj que había dejado en el cajón de la mesilla.
Se había parado, lo justo para que yo durmiera dos horas más. El colgante estaba colgado de la pantalla del ordenador, mis cascos, que habían quedado en el escritorio, los tenía puestos mi Mr. Potato...
Al parecer alguien había celebrado una fiesta en mi habitación mientras yo dormía. ¿Quién?
Bruno, 4º C

AMIGAS DE PAPEL

Samantha tendría unos doce años cuando su familia y ella se mudaron a las afueras de la ciudad. Sus padres sabían que ella no era muy sociable y tenía un carácter especial, así que no se sorprendieron de la actitud impasible que su hija mostró ante el cambio.
Con "carácter especial" se referían a que apenas se comunicaba con los demás, aunque muchas veces la oían hablar e incluso gritar sola en su cuarto, pero no le daban mayor importancia.
Lo cierto, es que conocían bastante bien a su hija a pesar de su actitud, pero lo que ellos no sabían era lo que ocurría mientras dormían. Cuando las luces de la casa se apagaban y el silencio, tan solo interrumpido por el sonido del ventilador de la nevera y algún crujido del suelo, se adueñaba de la noche, el diario de Samantha cobraba vida.
Las manchas de humedad de las tapas del libro se transformaban en los rasgos de la cara de una niña, Samantha sonreía mientras hablaba con ella y sus palabras se plasmaban mágicamente en las hojas del diario. Cuando las primeras luces de la mañana se colaban en la habitación, la niña del libro desaparecía y las marcas de humedad regresaban, asimismo, las hojas se quedaban en blanco, pero sólo para las miradas indiscretas. 
Alba, 4B

MIENTRAS DORMIMOS

Eran altas horas de la madrugada y me desperté sofocado por la alta temperatura del verano.
Fui directo a la cocina, abrí la nevera, cogí la leche, bebí un par de sorbos y la guardé de nuevo en su sitio. Al llegar a la habitación encendí la luz para tener mejor visibilidad y encontrar la cama, pero me di cuenta de una cosa, mi viejo oso de peluche estaba al lado de la mesilla de noche. ¿Quién lo había dejado allí? No le di más importancia al asunto y lo dejé allí toda la noche.
A la mañana siguiente iba decidido a guardar el oso de peluche, pero no estaba allí, bajé a la cocina y le pregunté a mi madre si lo había guardado ella, pero su respuesta fue negativa. ¿Qué había pasado? ¿Fue todo imaginación mía, o fue verdad? 
Sorprendido volví a mi cuarto y, de nuevo, encontré al oso encima de la cama, con la cabeza de mi nuevo oso a su lado.
No sé qué pasó aquella noche, pero estas palabras las estoy escribiendo desde el manicomio.
Eduardo, 4º C

DIARIO DE UN MUÑECO

Querido diario, hoy el humano se ha ido a dormir muy temprano, lo cual me sugiere que sospecha algo de nosotros. Puede que ayer nos pasáramos con el desorden, pero nada fuera de lo habitual... Espero que no sea nada. Fin del día veintidós.
Querido diario, creo que el humano nos ha descubierto. Mientras hablaba con Barbie, como llevo haciendo desde hace unas noches, me ha descubierto en la habitación de su hermana. Hoy se han peleado y como me siento culpable, quería disculparme. Lo he hablado con el resto de juguetes, pero me dijeron que estuviera quieto. Lo siento, pero ya lo he decidido. Fin del día veintitrés. 
Continuará...
Abel, 4º C

MIENTRAS DORMIMOS

El fin de semana pasado fui a dormir a casa de mis abuelos. Allí había muchos recuerdos, mis viejos libros, mis Spidermans, mis coches… Al verlos pensaba "bendita infancia".
Después de cenar no me encontraba bien y decidí no salir, así que me quedé en cama. No me costó dormirme, pero sobre las tres de la mañana me levanté al baño. Cuando me dirigía a mi cama me llevé la sorpresa más grande de mi vida. El baúl donde estaban mis juguetes estaba vacío.
Estaba demasiado cansado para preocuparme, así que me metí en cama e intenté dormir. Mientras cogía el sueño pude sentir como algo se movía y... no lo podía creer… TOY STORY era verdad, los juguetes tenían vida.
Pensé que me tomarían por loco, así que guardé el baúl en el trastero y nunca hablé del tema con nadie.
Todavía hoy pienso en qué estarán haciendo mis juguetes.
Pedro, 4º C

JOAQUÍN

Corría el año 2003 cuando Joaquín regresaba, como todos los días, del trabajo. Al llegar a casa saludó a su mujer e hijos y fue a darse una ducha. Acto seguido cenó con su familia y se quedó viendo el televisor hasta bien entrada la noche. Joaquín vio una película de terror a pesar de saber que afectaban su sueño.
Ya en cama tuvo pesadillas y decidió levantarse a la cocina para beber un vaso de agua. Allí vio que los electrodomésticos cobraban vida y antes de que pudiera darse la vuelta, el lavavajillas le arrojó un cuchillo que le alcanzó la yugular. Joaquín, indefenso, no pudo cortar la hemorragia y finalmente falleció.
A la mañana siguiente, cuando su mujer se levantó y lo encontró muerto en la cocina, llamó a la policía. Tras investigar el caso, la juzgaron y condenaron por asesinato, pues sus huellas estaba en el cuchillo. Lo normal si tenemos en cuenta que ella había preparado la cena. 
Nunca se supo la verdad acerca de esa historia y aún hoy sigue en la cárcel. 
Adrián, 4º A

MEMORIAS DE JUANCHO

Cuando Juancho cierra los ojos su cuerpo entra en un estado de paz y tranquilidad al que llamamos dormir. Pero... mientras nosotros dormimos, ¿qué sucede?
En los cajones de la habitación de Juancho, sus muñecos comenzaban a organizarse; cada uno cogía su coche, hacían sus apuestas y, por toda la planta, realizaban carreras. Una noche Juancho se desveló y se levantó para beber, pero lo que no imaginaba era una auténtica feria automovilística en su pasillo. Sus muñecos, como verdaderos comerciantes, vendían y compraban coches.
Se mantuvo quieto para que no lo viesen y comprobó como los juguetes de su hermana se iban incorporando a la feria. De pronto estornudó y todos se le quedaron mirando. Sin darle tiempo a reaccionar y lanzando un grito digno de un vikingo se abalanzaron sobre él.
Nunca se supo nada de Juancho. Las cosas que pasan mientras dormimos no deben de ser perturbadas.
Juan Manuel, 4ºC

¡NADA ES LO QUE PARECE!

Era sábado por la mañana, el despertador sonó y, como todos los fines de semana, Ana y su hermana tenían que ir a casa de sus abuelos.
Era un sábado normal, común y corriente, salvo por el pequeño detalle de que Ana tenía un mal presentimiento… Últimamente en su ciudad y en su zona más aún, se habían producido numerosos robos. Ana decidió activar la alarma y la cámara de seguridad para poder ver lo que ocurría en su casa mientras ella estaba ausente.
El fin de semana transcurrió normal y la alarma no saltó, pero al revisar las cintas, Ana se llevó una sorpresa. Todos los objetos sin vida de su casa, durante todo el fin de semana, cobraron vida. Ana pudo observar en la cinta que sus libros ahora miraban la tele y que su vajilla tomaba el sol por la terraza.
Ana se lo contó a sus amigos pero estos no la creyeron, incluso su hermana la tomó por loca. Intentó enseñarles las cintas de vídeo, pero misteriosamente habían desaparecido. Ana acabó en un psiquiátrico con la certeza de que… ¡Nada es lo que parece!
Camila, 4ºB

LA NOCHE DE SAN JUAN


Era San Juan, la noche de San Juan, y junto a mis amigos habíamos decidido ir a robar unos cuantos carros.
En la iglesia, que era el lugar donde habíamos quedado, no había un alma. A las dos en punto arrancamos. Primero pasamos por la casa de unos vecinos que no me caían muy bien y les cogimos dos carretillas y el portal que tenían frente a la casa. Más tarde, a eso de las 4, decidimos volver. Ya habíamos robado a casi todo el pueblo, así que regresamos.
Ya en casa oí unos ruidos muy intensos que salían del campanario; justo donde habíamos dejado los objetos robados. Y me acerqué a ver lo que pasaba. Al llegar comprobé como los portales, carretillas, mesas y demás trastos habían cobrado vida y se dirigían a sus respectivas casas. Creo que fui el único en verlo, por eso decidí no contar nada y olvidar como si nunca hubiese pasado. 
Andrés, 4º A

LO DESCONOCIDO DE MI CAJÓN

Me fui a cama temprano porque estaba agotado; durante la noche tuve unos sueños que en ese momento me parecieron muy extraños, pero ahora entiendo perfectamente.
Estaba dentro del cajón de mi mesita de noche, rodeado de cosas que tenían su propio mundo organizado. Mi cartera contenía ruedas que eran monedas de dos euros y las llaves de casa caminaban y eran mucho más altas que yo. Mejor dicho... todo era más alto que yo, que medía como una moneda de veinte céntimos.
Como era tan pequeño, casi ni me veían y me tiraban todo el tiempo. Me hacían sentir igual que se deben sentir mis cosas en mi mundo y no me gustó. Sé que no volveré a tratar nada con desprecio; porque recibes lo que das.
Ya por la mañana, cuando desperté, lo primero que hice fue mirar en el interior de mi cajón y allí estaba: un pequeñísimo muñeco idéntico a mí. ¿Sería mi otro yo?
Manuel, 4ºC

MIENTRAS DORMIMOS...



Llegué a pensar que necesitaba una mochila mayor para mis cosas de clase, que crecían de forma descontrolada; pero ahora me lo explico todo.
Esta noche he descubierto el secreto; sobre las cinco de la mañana mis cosas se despiertan, se van a la cocina y allí hacen fiesta. Comen, bailan y comentan la jornada.
El más fiestero es el estuche, que se abre y come como un tragón; pero la carpeta de anillas no quiere ser menos y lo acompaña en su aventura. ¡Ahora entiendo sus tamaños!
Menos mal que el aguafiestas del despertador hace que a las siete todo vuelva a la normalidad.
Gracias a él conozco el remedio a la situación; si quiero mantenerlos a dieta para que mi espalda no se resienta, tendrá que sonar cada hora. Se convertirá en mi aliado.
Iria, 4ºC

MIENTRAS DUERMES...

La noche del pasado sábado no transcurrió como de costumbre. Al irme a acostar hice todos los requisitos que hago día a día (lavarme los dientes, dar las buenas noches a mis padres…).Pero no fue una noche cualquiera.
Todo transcurría con normalidad, pero, de repente, escuché un ruido procedente de la librería del salón. Al principio no le hice mucho caso , pero el ruido no cesaba y yo cada vez sentía más inquietud. Tomé una decisión rápida y decidí levantarme, pero justo al cruzar la puerta del salón el ruido cesó.
Sorprendido me acerqué a los libros que estaban en la zona que originaba el ruido y me quedé boquiabierto. ¡Estaba seguro de que no estaban colocados de la forma en la que yo los había dejado la tarde anterior! 
En un principio pensé en la posibilidad fantástica de que los libros cobraran vida durante la noche, pero acabé optando por el hecho más probable: todo aquel ruido había sido fruto de un agradable sueño. 
Pablo, 4ºC

NOCHE SUSURRANDO

Cada vez que Yago se acostaba, su habitación cobraba vida. Él ignoraba todo lo que ocurría mientras dormía. Sus libros despertaban, bajaban de las estanterías, donde se pasaban todo el día, y se divertían charlando entre ellos, pero siempre en voz baja, susurrando. Los más grandes le enseñaban a los pequeños cómo hacerlo sigilosamente. Los lápices, rotuladores y bolígrafos organizaban carreras, rodaban por el suelo del cuarto. Siempre con cuidado de no despertar a Yago. También sus viejos bloques de construcción se unían  a la fiesta nocturna, competían para ver quién podía hacer la torre más alta.
Cuando las primeras luces del día amenazaban asomándose por los huecos de la persiana, todas las pertenencias de Yago volvían a su sitio original y el chico se levantaba sin poder imaginarse, ni por un instante, todo lo que ocurría por la noche en su habitación, siempre en un susurro.
Nuria 4ºB

PEPITA

Pepita se porta mal con sus compañeros de escritorio, porque nunca hacen lo que ella manda.
Pepita la grapadora, Eustaquio el bolígrafo, Jeremías la goma y Tom el tippex viven con Ana, Miguel y su hijo Jorge. Todos pueden hablar y moverse con autonomía propia, pero sólo lo hacen cuando la casa está vacía para que nadie los vea.
Pepita siempre se molesta con sus amigos vecinos, porque cuando ella quiere jugar, ellos no quieren y viceversa y, al final, siempre acaba lanzándoles grapas, con el consiguiente enfadado. 
Al final, un día Jorge se llevó a Pepita a clase porque necesitaba grapar unas cosas y se la olvidó en clase; al día siguiente cuando volvió ya no estaba, alguien la había robado. Nunca más se la volvió a ver y en el fondo sus compañeros de escritorio se quedaron muy tristes. 
Enrique, 4ºB