martes, 20 de mayo de 2014

LA JOVEN DE LA PERLA

Cuando aquel hombre se presenta en mi casa entrada la noche, lo primero que pensé fue en partirle la cabeza. Imagínate en plena fase REM y te despierta el perro con unos ladridos capaces de levantar a una ciudad entera. 
Bajo las escaleras, abro la puerta y me encuentro a Vermeer. Lo primero que hago es pellizcarme para ver si estoy soñando y, tras comprobar que todo es real, le pregunto qué quiere y si se ha perdido. Dice que busca a un psicólogo llamado Leji, a mí; lleva una semana sin dormir y necesita ayuda.
De este modo conocí a Vermeer y me hice su amigo y su médico durante un breve período de tiempo. Su insomnio era fruto de su obsesión por las perlas y las mujeres. No sabía si pintar a una mujer o a una perla ni cómo hacerlo y venía todas las semanas a mi casa a ver si yo tenía una solución.
Durante un tiempo viví muy feliz y con gran solvencia económica gracias a todo el dinero que semana a semana el pintor me daba. Pero el problema que tratábamos de resolver me fue absorbiendo hasta estar incluso peor que él. Ahora éramos dos locos con ideas absurdas que se reunían una vez a la semana.
Una noche de las muchas que no podía dormir fui a dar una vuelta a la ciudad y vi la solución del problema. Encontré a una mujer muy bella, pero lo que la hacía tan especial era una perla que llevaba de pendiente.
Al día siguiente fui yo el que buscó a Vermeer y le conté lo que vi. No volví a verlo.
Fabián, 4º C

2 comentarios:

  1. una redaccion que me gusto y que me fascino por tratar un tema que a mi me gusta
    jose 4a

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  2. me gustó mucho la historia, muy interesante
    Rodrigo 4ºA

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