martes, 20 de mayo de 2014

MANOS FRÍAS, OJOS GRISES, VOZ APAGADA

Nicolás se encontraba en aquella amplia estancia. Estaba decorada lujosamente, nada que ver con su modesta habitación. A varios metros de él, observó a una niña que reclamaba constantemente la atención de sus criadas para que tomasen cuenta de su cabello.
La muchacha también se había fijado en Nicolás, al que dedicaba miradas despectivas. Estaba claro que no entendía qué pintaba alguien como él en el cuadro. El niño, abatido al descubrir sus pensamientos, bajó la vista al suelo, donde se encontró con la mirada de su perro. Extendió la mano para acariciar el suave pelo del animal mientras dejaba que se le enredase entre los dedos.
No se percató de la presencia de la muchacha hasta que sintió sus delicados dedos posándose en su hombro. Se giró hacia ella con torpeza y pudo admirar durante unos segundos su cara angelical, antes de caer de espaldas al suelo.
Cuando volvió en sí, escuchó la dulce melodía que era la risa de la niña. Desde el suelo la vio girar sobre sus talones con una elegancia innata y luego desaparecer. Se incorporó decidido a hablar con ella; la había mirado a los ojos, había sentido su piel y había escuchado su risa, pero no su voz. Cuando se halló frente a ella, decidió callar y esperar, esta movió los labios como si fuese a decir algo, pero no fue su voz la que rompió el silencio, sino la de Velázquez reclamando a Nicolás.
El muchacho se dejó arrastrar por el pintor mientras observaba a la niña que se volvía muda para él. 

Alba, 4B

2 comentarios:

  1. Me gustó este relato ya que me parece original el punto de vista que da de este importatísimo cuadro. Adrián 4ºA

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me gusta mucho esta historia porque está muy bien estructurada, tiene un vocabulario muy bueno y la historia es muy original
      Maikel 4A

      Eliminar