martes, 6 de mayo de 2014

MIENTRAS DORMIMOS

Eran altas horas de la madrugada y me desperté sofocado por la alta temperatura del verano.
Fui directo a la cocina, abrí la nevera, cogí la leche, bebí un par de sorbos y la guardé de nuevo en su sitio. Al llegar a la habitación encendí la luz para tener mejor visibilidad y encontrar la cama, pero me di cuenta de una cosa, mi viejo oso de peluche estaba al lado de la mesilla de noche. ¿Quién lo había dejado allí? No le di más importancia al asunto y lo dejé allí toda la noche.
A la mañana siguiente iba decidido a guardar el oso de peluche, pero no estaba allí, bajé a la cocina y le pregunté a mi madre si lo había guardado ella, pero su respuesta fue negativa. ¿Qué había pasado? ¿Fue todo imaginación mía, o fue verdad? 
Sorprendido volví a mi cuarto y, de nuevo, encontré al oso encima de la cama, con la cabeza de mi nuevo oso a su lado.
No sé qué pasó aquella noche, pero estas palabras las estoy escribiendo desde el manicomio.
Eduardo, 4º C

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